Bellos durmientes
Inauguro con esta reseña una sección del blog dedicada a libros infantiles dormidos, olvidados, descatalogados (la mayoría álbumes ilustrados) que por su belleza y calidad merecerían el beso de un editor o una editora que les devolviera al mundo de los lectores.
Tan sencillo como ser feliz
Toribio y el sombrero mágico
Annegert Fuchshuber
Editorial Juventud, 1978, 32 pp.
Hay libros que atrapan al lector por
el perfecto argumento, o acaso por un buen personaje que lo llena todo, o
quizás por el inesperado y bien construido desenlace, o también por el embrujo y la música de sus
palabras, o incluso por la defensa de unas ideas y valores capaces de emocionar
y conmocionar.
Pero también hay libros que atrapan al
lector porque sí. Por lo que no se dice. Por lo que se
sugiere. Por su osadía. Porque conectan misteriosamente con el lector a través
de algo indefinible, inexplicable, tal vez irracional pero muy hondo. Creo que Toribio
y el sombrero mágico pertenece a esta extraña categoría.
Este desconcertante álbum ilustrado se
publicó en Alemania hace cuarenta años. En 1978 apareció en el mercado español por la cortesía de la
editorial Juventud, en su prestigiosa Colección Cuadrada, fue reeditado cinco veces y ha permanecido en
catálogo hasta hace poco tiempo.
Su autora, tanto del texto como de las
ilustraciones, es una veterana artista alemana llamada Annegert
Fuchshuber. Tiene, según nos cuenta, marido, tres hijos, un gato y dos peces.
Más conocida como ilustradora que como escritora, algunas de sus abundantes
obras han sido publicadas en España, sobre todo en las décadas de los ochenta y
noventa del siglo pasado. Cómo no recordar, por ejemplo, Fidibus y Tragasueños. Pero desde mi punto de vista ninguna
tiene el encanto ni la inspiración de Toribio y el sombrero mágico.
Toribio es un personaje raro. Vive
solo y a gusto. Viste de manera colorista y estrafalaria. Tiene una visión del
mundo nada corriente. Su vida puede cambiar radicalmente cuando, sin venir a
cuento, aparece en su casa un sombrero mágico con el que podrá cumplir todos
sus sueños y ambiciones. Pero Toribio utiliza los poderes del sombrero para
conseguir un manzano en la sala de estar de su casa, unos calcetines de rayas
que dejan libres los pies. También pide al sombrero que su gato le haga la
compra, dar una vuelta por los cielos de la ciudad con un paraguas, una flauta
que le enseñe música, e invertir la
dirección de las escaleras con objeto de que ya nadie pueda subir a su hogar:
en otras palabras, que le dejen en paz.
Todos desprecian a Toribio por su
demencial uso del sombrero. Familiares y vecinos piensan que debería haber
pedido otros deseos mucho más útiles: un saco lleno de monedas, un buen coche,
un chalé con piscina, una cocina moderna, un arca llena de joyas y un abrigo de
pieles... Léase: dinero, poder, comodidades, apariencias. A esos cantos de
sirena responde Toribio con una frase-estribillo que recuerda un poco a
Bartelby el escribiente, con su muy famoso preferiría no hacerlo:
—Eso puedo hacerlo cuando quiera.
Casi nada... Y, para colmo, el álbum termina con un desenlace sublime y provocador que no desvelaremos aquí.
Porque, a fin de cuentas, este pequeño
álbum ilustrado constituye una parábola atemporal sobre la felicidad, sobre las
distintas formas de vida, el gran valor de lo inútil y el mísero valor de las
grandes posesiones. Critica la sociedad de consumo y propone otras formas de
vida alternativas. Es, en este sentido, una obra con un toque revolucionario,
pero siempre amable, humorística y aparentemente ingenua, al alcance de los
niños.
Y es, por supuesto, hija de su tiempo. También en su concepción estética y plástica de gran categoría: minuciosa,
rigurosa, colorista, cercana al naif y al pop, que la aproximan a la cultura
artesana y hippie de la paz, el amor y las flores, tan presentes en la
obra.
En definitiva, un libro distinto que
ha pervivido en el tiempo por ese no se qué de las grandes obras que,
muy de vez en cuando, nos sorprenden y entran en nuestras vidas sin avisar.
¿Ningún editor se anima a despertarlo?
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